El dinero y la muerte: dos caras de una misma moneda

El dinero y la muerte son las dos caras de una misma moneda en un trayecto egóico donde el dinero nos aporta un falso poder con el que creemos engañar a la muerte. Pensamos que el pobre y el débil tienen más probabilidad de morir. El afán de supervivencia nos ha llevado a pensar que cuanto más dinero poseemos, más nos alejamos de la muerte.

En nuestra sociedad hemos creado un sistema y  tomado la dirección del ego como meta hacia el dinero y la inmortalidad. Hemos creído literalmente y como una regla matemática que a mayor remuneración económica, más esperanza de vida.

Vivir con la comodidad que me aporta el dinero me ayuda a ponerme máscaras y a sentir que tengo el control con el que eludir la muerte. Pensamos que acceder a una sanidad más avanzada y los últimos tratamientos me va a librar de encarar la hora de morir. Cuanto más dinero posea, más feliz seré porque más lejos sentiré la muerte y con más poder me sentiré. 

Esto quiere decir que me convenceré de que la muerte se acerca, sólo a los que menos dinero tienen. Ese autoengaño me servirá para ponerme cada vez más caretas, de las que me alimento y con las que me voy mintiendo con el paso del tiempo. Con ellas me identificaré para no conectar con el dolor que siento. De ese modo, cuando una no me sirva me compraré y me pondré otra. Esto significará que tendré que esforzarme mucho en ganar más y más dinero, porque esa careta ya no me sirve. Aunque la verdad es que no vine al mundo a eso.

El dinero me conduce a escapar de mi yo interno, de mi conexión con el universo y de esa manera,  rechazar la muerte. Cuando me conecto con lo que soy, entonces puedo sentir que la muerte es algo también de lo que soy y que está en mí. A partir de ahí ya no necesitaré el dinero para escapar de esa verdad que tanto duele.

El dinero nos sirve de huida para no sentir que somos tanto parte de la vida, como de la muerte y que forman parte de mí. Necesitamos comprender que ambas son igual de importantes, una no se puede dar sin la otra. No hay vida sin muerte y tampoco muerte sin vida. Este es el gran aprendizaje pendiente. Dejemos de utilizar el dinero para huir de esta enseñanza.

De manera más profunda la muerte y el dinero son acuerdos que se han creado. Al igual que los hay entre dos personas, también se da entre dos características de la existencia. Cada uno tiene vida propia y puede mover los hilos, siempre que la persona está preparada para florecer en lo profesional y lo económico.

La muerte mirará desde lejos los movimientos que va haciendo el ser humano y sólo intervendrá en el momento en que lo deba hacer, a razón de lo pactado con la economía. Si la persona ha decidido diversificarse, evolucionar y tiene el valor suficiente para buscar un modo nuevo en que sustentarse, la muerte simplemente estará al tanto y la economía le acompañará.

La muerte no está únicamente en lo grande. Ocurren pequeñas muertes todos los días y en todos los momentos. Esa persona que ha vivido un shock cada día podrá intentar mover algo nuevo, sabiendo que el día anterior ha supuesto una muerte para ella. Cuando se levanta con la ilusión de lo que va a crear hoy en su entorno, aquí se fragua un nuevo ser. En cada deseo por mejorar la vida está la muerte y la economía haciendo su trabajo.

Cada proceso de muerte es vivido por la persona según su circunstancia. Aquella que se hunde en la muerte y la duda, la que se ahoga en la emoción vive en la muerte, pero no es consciente. En cambio quien se agarra a una esperanza real y no imaginaria vuelve a encontrar un equilibrio entre la vida y la muerte. El servicio principal que hace la economía es que sirve de apoyo y al que se ahoga en la emoción lo obliga a levantarse y salir del pozo de la muerte. Por supuesto, esto lo hace de modo inconsciente. Sirve de anclaje para buscar la tabla de salvación en la economía.

Es en servicio de la evolución que hay a su alrededor: llámese, herencia o ruina, es para despertar algo que está guardado. Quizás se despierte la  avaricia y la rabia porque el hermano se quedó con más dinero o porque el tío dejó la herencia a otro primo y a él no. O tal vez surjan los celos porque piensa que a esa persona la quiere más que a mí. Esas personas deberán mirar esas emociones de frente con el fin de limpiarlas y recolocarlas. Esto es un desequilibrio muy común cuando se va un miembro importante de la familia.

La economía y la muerte son simples herramientas que el ser humano desconoce en su profundidad. Si es capaz de controlar hasta donde alcanza la economía de su casa, debe ver hasta dónde llegan sus emociones y sus límites. Necesita comprender que la economía no se acaba, sino que se modifica para su propio crecimiento, porque mientras haya vida y muerte seguirá existiendo.

Desde la prehistoria ya estaba ahí cuando se sustentaba a través del trueque. Lo que sucede es que nos hemos estancado en los billetes y una forma simple de economía. Pero  esta va más allá, ya que es un movimiento energético  que activa la vida. La muerte es su compañera y ese es el fin profundo de la existencia.

Sin embargo no terminamos de aceptar la economía, simplemente como un intercambio de servicios, que se amplía a todos los movimientos sensibles de la vida, como cuidar a un bebé o un discapacitado. La economía requiere diversificarse hacia lo sensible y no quedarse sólo en lo manual y en la parte física de la enfermedad. Esta es la parte más fácil de ver. Por ello es necesario ampliar el conocimiento de la afectividad para que exista un equilibrio con el servicio manual.

Ambas son servicios para la humanidad. Igualmente sirve un señor de la construcción que un terapeuta, uno ejecuta su cuerpo físico y el otro su cuerpo mental y emocional. Para reequilibrar las formas de amar y morir, esta nueva forma de economía llevará mucho tiempo.

Pero esta es la semilla que se ha sembrado con el fin de balancear la sensibilidad de la vida con la economía y la muerte. Establecer la misma importancia entre los distintos ámbitos del trabajo, reevaluar los costes y las medidas de los cobros y los pagos. Tiene la misma importancia un diputado que un obrero de la construcción, el cobro estará de acuerdo con los gastos materiales.

Es necesario que exista un nuevo equilibrio entre la materia y la sensibilidad para que surja un nuevo tipo de pragmatismo y despojarnos de tanta dureza, que  va quedando anticuada y obsoleta. La nueva visión plantea que, si ambas partes están de acuerdo, no tiene por qué haber billetes de por medio. Se trataría de  un acuerdo entre dos o más servicios por acompañar, escuchar, dibujar, pintar y todo lo que incluya el campo de la sensibilidad.

 Poner conciencia para encontrar el hilo conductor y el equilibrio entre un triángulo y un circulo, entre una línea recta y otra ondulante y que cada uno haga lo suyo. El concepto de servicio ha de ir cambiando.  Hace el mismo servicio a la humanidad un obrero que un terapeuta, pero en el ego tiene una distinta valoración.

El pragmatismo vigente es el que lo cuenta todo al dedillo y con el ojo puesto en el billete. En cambio el nuevo orden se planteará ¿Qué voy a ganar o mejorar yo como persona con este trabajo o movimiento que realizaré? ¿Cuál va a ser mi evolución como ser humano? Aquí en lugar de poner el ojo en el dinero, lo pondré en el crecimiento, en la unidad con el otro y con el Todo: ¿Me beneficia sólo a mí o a todos?

Esto significa que el servicio deja de enfocarse, únicamente en el plano egóico. Por ejemplo, un terapeuta puede pensar: “Yo soy más importante que tú, un obrero, porque conozco la psique humana y las emociones”.  Pero eso es un desequilibrio. Cuando en realidad ambos valen igual, porque los dos sirven a la humanidad y no es más importante uno que otro, ya sea el presidente de un país o la persona de la limpieza. Todos realizan un servicio y cada uno está en el lugar que le toca, sin más.

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