Conversaciones con los ancestros-El Karma del planeta Tierra

El karma universal de la Tierra está relacionado con lo que la humanidad debe aprender, como la paciencia, la unidad, la generosidad y el cuidado del planeta. Es exactamente igual que el de cualquier individuo. En la medida que una población esté más avanzada en esas cualidades, su deuda será menor. Existe una aparente o supuesta deuda generacional que compete a las generaciones actuales y venideras.

Esto se debe a que las anteriores han dejado ciclos sin cerrar, en los que corresponde limpiar las heridas de los conflictos bélicos y los genocidios que han vivido. Las consecuencias de estos hechos no se han aireado ni han cicatrizado lo suficiente. Son temas escabrosos, sensibles y delicados sobre los que se pasa de forma superficial y rápida, sin llegar a sus raíces profundas. Se habla del dolor de forma momentánea, pero no de las secuelas que quedan y de los daños colaterales, que las guerras han generado en la psique humana.

En las nuevas generaciones, todavía no se ha inculcado con el suficiente esmero el amor por la naturaleza y el respeto por el lugar en el que viven, tal y como nuestros ancestros lo dejaron. Dos grandes tareas tiene pendiente la especie humana,  el compartir y la generosidad con el pasado y el futuro.

La generosidad tal y como se entiende cotidianamente está sacada de contexto y se ha convertido en un gesto plastificado que ha perdido su valor esencial, que es compartir algo tuyo con un prójimo

La diferencia entre la generosidad real y la plastificada,  es que en la primera,  no se hace alarde de lo regalado. En la generosidad superficial que me pongo como disfraz  y en la que trato de aparentar, no lo hago por mí mismo, sino por una necesidad de aplauso y reconocimiento externo. La publicidad de los actos de generosidad, ya sea a nivel de redes sociales u otros medios, hace que pierda autenticidad. Cuando no se pregona a los cuatro vientos ni se hace alarde de lo entregado, gana en sustancia, naturalidad y pureza.

Cultivar un espacio de generosidad hacia el futuro,  es permitir que las nuevas generaciones,  conozcan la naturaleza como nuestros ancestros la han vivido. Esa es una gran deuda por solventar que la humanidad no ha resuelto. Principalmente consiste en ordenar y reequilibrar las guerras que han acontecido en el planeta.

 Aunque las personas tengan su propio camino, a nivel colectivo no se han revisado las heridas psicológicas de los países  y sus respectivas ideologías. Esa es la gran deuda de amor elevada que tiene la humanidad consigo misma.

A continuación se describen los relatos de las experiencias concretas del karma individual y colectivo, vinculados a los conflictos bélicos vividos por mi árbol Familiar. Estos ejemplos no son más que una pequeña muestra representativa de lo que sucede en la mayoría de las familias del mundo.

Antepasado militar

Yo aún, no comprendo porqué tuve que matar a mi hermano por obedecer la orden de un superior, que no supe rechazar. Cargo con el dolor de quedarme solo y sin hermanos, simplemente porque opinaban diferente. Ese frío que siento en mi cuerpo no hay abrigo que lo cubra ni calor que derrita ese hielo, porque todavía no encuentro el perdón para mí.

El dolor por no saber lo que hice,  no me exime de la responsabilidad, aunque me mandara otro.  Pude negarme, pero asentí y me dejé llevar por la algarabía y el miedo al creer que mi vida estaba en peligro. Pensaba que se trataba de él o yo.  Me dejé arrastrar por la corriente social del momento.

Al fin puedo hablar de ello y siento alivio, únicamente con la expresión de lo que siento. Vengo a pedir perdón a todos los hermanos que maté. Tengo la camisa y el pecho abierto con el corazón expuesto por primera vez con la señal de aquellos a los que corté la vida. Cada corte ha dejado su huella dentro de mí. Expongo lo que hice para ganarme su perdón.  Yo también tengo sangre y amor en mi cuerpo. Por amor hago esto, para que por amor,  también se me perdone algún día.

Hablo por los hombres de tantos arboles familiares que hicieron lo mismo que yo. Sólo soy un ejemplo más, de muchos que portaron un arma y cegaron una vida. Para cualquier familia es un dolor añadido,  llevar la marca del asesino y la orden de matar en su memoria. Hablo desde el último escalón, cuando  se evapora la prepotencia del ego y todo lo acontecido en la sociedad de aquel  momento. Hablo desde el punto más pequeño del ser, cuando ya no queda nada y he arreglado gran parte de mis asuntos personales, porque aún me queda esto. ¿Quién soy yo para quitar la vida a otro? Esa es la gran pregunta.

Agradezco este momento porque no es fácil.  Después de todas las batallas externas e internas que he vivido como individuo, me queda esto todavía. Gracias por permitirme compartir con otras personas.

Aborigen canario

Quiero comunicar el dolor de ver morir a mis hermanos y la incomprensión de lo que estaba pasando. Necesito sacar hacia fuera la impotencia que sentí al contemplar como aquellas personas superiores, que llegaban por mar del extranjero, se apoderaban de nosotros y asesinaban a mí tribu.

No lograba entender lo que estaba sucediendo en mi mundo. Ellos cargaban con unos extraños artefactos que no había visto jamás. De repente toda mi familia y comunidad desaparecieron y ya no estaban. Quise morir con ellos,  pero me quedé. No me tiré por un risco para quitarme la vida. Seguí adelante para ver qué pasaba y lo que se escondía,  detrás de esas bestias invasoras que aniquilaban de un plumazo a toda mi raza. ¿Quiénes eran esa gente?

Ahora estoy aquí mirando al sol,  para que me caliente y me ayude a sostener esto, que tengo en mi cuerpo y que me aprieta las entrañas. Preciso  comprender el porqué era necesario matar a mi raza. Eso es lo único que me mantiene vivo y alimento esta energía en busca de la verdad. Tras mi muerte,  traigo  aquí a este círculo de fuego esta vieja impotencia sin resolver.

A medida que voy expresando, me hago consciente de que no pude mirar a todos aquellos que iban cayendo para no sentir el dolor. Era tan grande que no podía con ello. Igualmente estaba en mí, aunque me tapara la cara y escondiera. Nosotros  éramos como niños,  que solo portábamos juguetes,  en cambio,  ellos,  tenías juguetes superiores.

Poco a poco,  me va recorriendo un frío interior a través de todo el cuerpo por la memoria de todos los que se fueron. Observo que detrás de todo esto estaba escondido un dolor más grande, que permanecía sepultado por no haber hecho nada ante lo que estaba sucediendo. No pude ayudar y ahora me avergüenza pedir perdón. De todas maneras lo pido,  porque necesito el descanso para poder afrontar mi destino. Gracias por escucharme.

Abuela

Estoy aquí en representación de las madres de esos hijos, que eligieron vivir y tuvieron que salir a otros lugares, dejando  familia y pareja atrás. Aquellos que abandonaron todo para no matar a un hermano. Son los llamados desertores,  por una sociedad arrastrada compulsivamente por la corriente.

Esta marcha fue vivida por las madres como una muerte, ya que se fueron y no volvieron más. Hombres que fueron tachados de cobardes, discriminados, vilipendiados, ajusticiados y en muchos casos, torturados, o directamente asesinados.

Todos eran hijos que decidieron no cortarle la vida a su hermano. Sin embargo,  apagaron la mitad de su luz porque dejaron media vida atrás para sobrevivir en otro lado. Hombres que anularon su historia y su nombre,  para comenzar de cero con otro nombre  y otra historia, enterrando a su madre y familia. Cuando se habla de una guerra,  nadie se acuerda de esos hijos que eligieron no matar y que optaron por la vida. Aunque para nosotras las madres,  fuera una muerte.

Tuvimos que enterrarlos sin saber cómo, ni dónde estaban, sin conocer si estaban vivos o muertos. Desde que salían por la puerta ya los enterrábamos. ¡El dolor era tan grande! que no se nombraban,  hacerlo implicaba añadir la palabra desertor y eso, era una vergüenza para la familia.

 Mejor que esté muerto,  que asumir y reconocer a un desertor en el clan. Esa era en realidad,  la corriente que nos arrastraba a todos. Esos hijos fueron mal señalados,  hasta tal punto que si los cogían,  les esperaba una muerte segura. Desaparecidos, era otra manera de nombrarlos, con la pretensión de considerarlos con vida y pudieran esconderse. No sabíamos de aquellos que ajusticiaban y mataban por el camino, ya que nadie quería rendir cuentas.

 Aquí están  los flecos que fueron quedando en las guerras de cada país. Esos son los otros desaparecidos, los que se llevaban de noche para no regresar nunca más. Son otros desaparecidos a los que no se les dio otra opción,  que la muerte segura. No pudieron elegir una vida en otro lado, únicamente muerte. Muertos que no fueron reconocidos por sus autores ni por la sociedad, sólo por la propia familia que quedó.

Ese dolor sigue caminando hasta hoy en la actualidad,  a la espera de que se limpie, ventile  y  sane, como  hago yo ahora. Hablo en favor de todos aquellos que no tuvieron la oportunidad de expresarse y de todas esas madres,  que vieron salir a sus hijos y no regresaron jamás. Hasta que llegue el momento de cada una,  yo me encargo de abrir la puerta, ya que en este momento  me dan esta posibilidad.

Mujer mayor.

A uno de mis hijos lo mandaron desde España a la guerra de Cuba y no lo vi más. Cuando salió por esa puerta,  era un niño que yo había criado para que ellos se lo comieran. Era un hombre y un niño a la vez, que ignoraba dónde se iba a meter. Como buena madre mi instinto me decía que ya no lo volvería a ver. Aún siento ese frío que me recorrió la columna cuando lo vi despedirse. Es una clavada que no puedo borrar. Se acabó la vida para mí.

Mi rabia contra el mundo y contra todo no  terminó con mi muerte, todavía la conservo. Fue la tapadera ideal para esconder mi dolor. Ahora siento una bola dura que quema, me  aprieta y sube desde las vísceras hasta la garganta. Cuando salen mis palabras por la boca,  libero también una parte de mi dolor: “¡Adiós hijo, adiós! Es en este instante cuando acepto de verdad que mi hijo está muerto, no importa el tiempo pasado. Así podré continuar con mi vida y abrir la posibilidad de experimentar  algo más verdadero.

Este paso que en este momento  estoy dando,  es algo muy importante para cerrar un ciclo evolutivo en mi camino. He de aclarar,  que en vida mantuve en secreto la esperanza de volverlo a ver entrar por esa puerta y abrazarlo. Es sólo en este instante, cuando realmente puedo enterrar esa falsa esperanza junto con él y descansar un poco. Ya sé dónde está y algún día en la eternidad nos volveremos a ver,  allí donde nos reencontramos todos. Gracias por permitirme expresar.

Desertor

Yo soy eso que la sociedad llama, un desertor,  al tener que marcharme fuera. Cuando me fui lo hice sólo por un tiempo, pero mi intención era regresar. Nunca me había separado de mi familia,  ya que no había salido de aquel barranco. Tenía tanto miedo de que me cogieran,  que iba con el corazón en un puño. El temor se puso delante y tapó todo el dolor, que realmente sentía.

Me acostumbré a esconderme en los campos, a alimentarme de fruta y vivir como un salvaje, hasta que me fabriqué una nueva identidad. Entonces supe que ya no iba a volver. Me construí una nueva familia y viví una vida robada,  porque yo opté por vivir y no matar, pero no elegí dejar toda mi raíz atrás.  Las elecciones que hice fueron en contra de mi voluntad, que era volver con mi gente, aunque no me estaba permitido porque sabía que moriría. Decidí enterrar mi identidad anterior y me adapté a una nueva realidad.

Ahora vengo a pedir perdón a mi madre y a mi familia por no volver, tras reconocer que quedé atrapado entre una vida y otra. Mis raíces siempre han estado conmigo y quiero que también sepan que tienen nuevas raíces en otro lado. Yo nunca dejé de pertenecer a mi familia, aunque tomara decisiones en contra de ella y me alejara. Yo siempre pertenecí y sigo perteneciendo. Es por eso que tengo la posibilidad de pedir perdón y presentarles a mi otra familia, que pasa a formar parte de la continuidad de la vida. Me pesa mucho la decisión de quedarme escindido y repartido por el mundo.

Guías

Todos estos movimientos actuales de personas por el planeta, huyendo de los lugares bélicos para apostar por la vida,  llevan lo mismo en sus entrañas, que este hombre acaba de expresar. La palabra cobarde es muy fea y denigra a las personas, sin saber lo que realmente sienten en profundidad. Y aunque los que se marchan,  saben que no son cobardes, para su familia sí lo son, de cara a la sociedad donde nacieron y se criaron.

 Pero eso no se corresponde con la realidad, que consiste únicamente en no querer participar en un conflicto bélico de un país, con el cual no se está de acuerdo. Es por ello, que no se participa de la misma manera, cortando vidas, sino dando vida en otro lugar.

Estos son los exiliados y caravanas de personas,  que se marchan de  sus países en guerra,  por discrepar con su clase dirigente y seguir con la existencia en otro lugar. Pero esperan con nueva fuerza y energía,  en algún momento poder volver,  cuando la calma se restaure y llegue la estabilidad. Esas son en verdad sus verdaderas intenciones.

Las guerras suponen elevar a la máxima potencia,  la violencia y la pasividad de las personas, que se manifestará gradualmente,  en función de dónde se coloquen en el conflicto. Es una manera de evaluar hasta dónde y qué están dispuestas a hacer por la vida y su grado de implicación,  con lo que esta  trae y  pone delante. Es una gran prueba para ver si la aceptan de buena gana y con humildad.

A nivel de un país, se siembra la duda sobre una ideología determinada y con ello ya está el conflicto servido. Se trata de un momento en el que un país,  debe abrir la mente hacia otras perspectivas e ideas nuevas.

Justo cuando se necesita potenciar la creatividad de sus dirigentes, con el fin de reciclar o confrontar esas ideas, es cuando se da la circunstancia propicia  para llegar a una guerra.  Aquí interviene el trabajo del karma,  en el instante que un país requiere dar un paso adelante,  en su evolución en los derechos fundamentales y los deberes de la ciudadanía.

En este contexto,  entran los diferentes derechos que la humanidad ha ido ganando a lo largo de su recorrido, como podrían ser, el de  los niños, las mujeres, los animales, y todo aquello que concierne a la protección de la vida. Entonces es cuando se siembra una gran duda y el conflicto ya está sobre la mesa. En función de cuan instintivos o primarios sean sus ciudadanos, se permitirán sólo unos niveles muy básicos de derechos humanos.

 Por ello proliferan las guerras en países pobres y con escasos recursos sin explotar. Son lugares donde no se valoran los derechos fundamentales de las personas en general,  y tampoco se está abierto a nuevas religiones y otras formas de pensar.

Sus instintos los llevan al fanatismo y a entrar fácilmente en el conflicto, porque no están dispuestos a abrirse a otra cosa. “Mi país siempre ha sido de esta religión y esta ideología. No estamos dispuesto a abrir espacio para otras ideas o manifestaciones espirituales. Y si este país tiene que ir a la guerra por ello, ya está. Así no entrarán opiniones extranjeras. Siempre ha sido así y no cambiaremos”. Por supuesto,  no se entra a evaluar la cantidad de personas que puedan morir o los recursos que se destruyan inútilmente en el enfrentamiento.

Únicamente podrán salir fortalecidos con las siguientes generaciones, que llegarán con una nueva apertura de ideas donde el ser humano tenga un mayor espacio y lugar. Bien es cierto,  que siempre habrá diferencias. Pero con unos derechos básicos ya asentados que prevalecen, aunque exista una masa que sigue pensando de la misma forma y por eso, se entre en conflicto.

Aunque no podemos olvidar,  que detrás de cada conflicto  se siembra un jardín de flores.  Con el tiempo se recogerán los frutos cuando las ideas se vayan limando y moldeando a las necesidades del país,  hasta cumplir con los derechos de la vida y una mayor libertad elegida.

Se trata de acceder públicamente a unos conocimientos, que por ahora, sólo llegan a una minoría y a un nivel privado. Esos son los cambios que se llevan desarrollando a lo largo del planeta, para la mejoría de la especie humana. Hemos de tener presente, que la humanidad está en proceso.

Ene 7, 2021 - 09:17

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