El Árbol Astro-Familiar

El término Árbol-Astrofamiliar, es como he denominado a la unión entre dos corrientes terapéuticas, como la astrología y las Constelaciones Familiares. Esa fusión también se conoce por astrogenealogía y parte de las investigaciones del peruano ya fallecido, Daniel Dancourt en su libro “Luces y sombras del árbol genealógico”. Ahí desarrolla un enlace entre la astrología y los cuatro elementos con la genealogía y el estudio del sistema familiar. Sigue su pista el psicólogo y astrólogo venezolano Enzo de Paola, y es de este último como llega hasta mí. En ese momento ya hacía tiempo que me encontraba realizando una experiencia terapéutica grupal en esa misma línea, en un rinconcito del Atlántico en la isla de Gran Canaria.

El acceso a esa información me insufló ánimos y fue de gran ayuda, ya que hizo posible una mejor estructuración teórica de la labor que llevaba practicando. Alegría inmensa y agradecimiento de conocer a otros que por el amplio mundo andaban escarbando en la misma dirección. Ratificaban que no estaba sola en esa búsqueda de la síntesis de estas dos corrientes. Por mi parte, he preferido optar por el concepto de Árbol Astro-Familiar.

Todos traemos como herencia un pasado familiar y las historias vivenciales de nuestros ancestros, que quedan registradas en los archivos de nuestra memoria inconsciente. Esto es posible porque formamos parte de una gran Alma familiar, en el sentido de una conciencia que incluye también a todos los miembros de las generaciones anteriores de la familia.

Esta Alma Familiar es una fuerza activa que influye en nuestra vida. Lo que fue bueno en las vidas de las generaciones anteriores se transforma en fuerza que fluye hacia nosotros; lo que quedo sin resolver se manifiesta como perturbación. Los individuos que están incluidos en El Alma Familiar nos bendicen, así como no perturban.

Las Constelaciones dan una especial importancia al trabajo con los muertos y la estrecha vinculación que mantienen con los vivos, aquellos familiares, amigos o antepasados con los que han quedado cuentas pendientes y cuestiones por cerrar. Las culturas tradicionales dan mucha importancia al trabajo con el duelo y a la existencia de dos mundos interconectados que se influyen mutuamente.

En el libro “Las lágrimas de los Ancestros” del holandés Daan Van Kampenhout, nos plantea la necesidad de llorar, no solo por nuestras pérdidas personales, sino también por las de nuestros ancestros:

Esas lágrimas no derramadas por los que vinieron antes no desaparecen por arte de magia después de su muerte, sino que esas lágrimas siguen viviendo en nuestros cuerpos. Nosotros los vivos, somos el cuerpo de nuestros ancestros y llevamos en nuestra piel las lágrimas que ellos no pudieron llorar. Cuando permitimos que sus lágrimas salgan a través de nuestros ojos, hecho que se viene reproduciendo en todas las generaciones, estamos comprometidos en una tikkun olam, la restauración del mundo (pag 17)

Mediante un proceso terapéutico con el Arbol Astro-Familiar (AAF) realizamos un enlace psicoespiritual de las dificultades y retos del presente con las experiencias ocurridas tiempo atrás. De ese modo, logramos reciclar y recomponer lo que estaba roto para que la vida siga su curso evolutivo. Tras la integración de ambas herramientas hay un acceso más polifacético y enriquecedor de la Carta natal. Desde esta nueva visión podemos visualizar las energías arquetípicas, imágenes y patrones psicológicos que muestran cuál es la realidad interior que está detrás de los conflictos personales.

El trabajo de la Carta Natal, desde este amplio marco, indica cuál es el lugar en la familia y el propósito que venimos a desarrollar. Comprobamos que formamos parte de una gran red y que venimos a sanar las viejas heridas que recibimos, como herencia a modo de tatuaje en nuestra biología. Es una invitación para aportar nuestro grano de arena en la liberación de las siguientes generaciones. De ese modo evitamos que sigan cargando con los mismos sufrimientos y frustraciones, una y otra vez, por los siglos de los siglos.

Nuestros padres y abuelos originan un historial de condicionamientos, mandatos y limitaciones, que les impidió ver más allá y tener una comprensión verdadera de su trayectoria vital. Llegaron hasta donde pudieron llegar, marcados fuertemente por sus karmas circunstanciales personales y colectivos. Hicieron lo que pudieron y ahora toca aceptar, más que perdonar sus errores, y valorar con agradecimiento sus aciertos.

Al igual que nosotros contaban con sus cualidades y defectos y con su pequeña humanidad. De ahí la frase sanadora de las Constelaciones Familiares que purifica y armoniza las relaciones parentales con sus hij@s: “Como lo hicieron estuvo bien, o lo que es lo mismo, quizás los hijos puedan hacer un poco más y dar otro paso en la evolución y la gran cadena de la vida.

Indagar en la Conciencia Transgeneracional, ayuda a ubicarnos en el mundo y plantarnos en el lugar que nos corresponde, por derecho humano y divino, con el fin de realizar la obra que hayamos venido a acometer. El vínculo con el pasado marca y mucho, nuestro futuro, pero también queda en nuestras manos la parcela del libre albedrío para honrar, amar y respetar todo lo sucedido. Esto únicamente será posible eliminando el juicio y la condena fácil de quien cree sentirse por encima. Jung decía que el libre albedrío consiste en hacer bien o mal aquello que irremediablemente tenemos que hacer.

El AAF tiene claros y oscuros, belleza y fealdad, amor y odio, bendiciones y maldiciones, cielos e infiernos. Compartimos con ellos tanto logros como perversiones, festejos y barbaries, generosidad y mezquindad. Esa transmisión se realiza de modo intuitivo y queda instalada en nuestros genes y nuestra alma, desde el instante de la concepción y el nacimiento. Las fobias, angustias, fantasías y sueños recurrentes son los canales por donde discurren los puntos ciegos que limitaron las vidas de nuestros predecesores.

Nuestra identidad está compuesta de la obstinación y el miedo paralizante de nuestros ancestros, de sus cuentas pendientes, no sólo económicas, sino emocionales y del castigo y dolor causado a otras personas. Los secretos y los duelos sin llorar son auténticos campos minados con viejas bombas que nos pueden estallar en la cara e impedir seguir avanzando. Ponerles nombre y conciencia es sacarlas del sótano psíquico, supone mirarlas de frente a la luz del día y realizar las tareas de limpieza y retirada de escombros. Así conseguimos realizar una reparación que nos sirva de aprendizaje de cara a fluir mejor en el presente y abordar los retos cotidianos con mayor creatividad.

Somos resultado de los relatos de amor y desamor de nuestros abuelos y bisabuelos, de sus ganancias y pérdidas, de sus triunfos y fracasos, de sus avances y retrocesos, de sus dudas y escepticismo, de su fe y confianza en sí mismos. Hereder@s de la manera en que los ancestros hacían el amor y vivían la sexualidad, de cómo se emparejaban, fundaban una familia y educaban a sus hijos. Hereder@s de la desesperación interna, cuando se encontraban en la tesitura de ser llamados a filas de un día para otro para ir a la guerra y la posibilidad de no volver a ver nunca jamás a sus seres queridos.

En esta labor de restauración emocional del árbol familiar será necesario abrir los cuartos oscuros, donde se esconden las vergüenzas y las culpas del clan, que se han tapado y silenciado desde tiempo inmemorial. Recordarlos para poner amor y compasión, allí donde hubo maltrato y humillación. Hacerles ver que siguen formando parte del grupo familiar, que anhela como agua de mayo volverse a reencontrar. Y a aquellos que recibieron honores y vítores, que fueron idealizados y subidos a un pedestal, sugerirles amablemente bajar del caballo, para que puedan sentir el descanso de besar la tierra sagrada que hay bajo sus pies.

En definitiva, subir a unos y bajar a otros para que “el malo” y “el bueno” dejen de estar distanciados. Dejar de darse la espalda para que puedan mirarse a los ojos y reconocer la verdad final: que ni uno eran tan malo, ni el otro tan bueno como creían.

Hemos de tener en cuenta que no sólo heredamos sombras, debilidades y conflictos, sino también luz, fuerza y talentos. El paquete hemos de recibirlo completo con todo lo bueno y lo malo y esto únicamente será posible si dejamos caer las corazas defensivas del ego para abrir el corazón de par en par. Será la manera en que las luces y sombras de nuestro pasado podrán penetrar en los rincones más profundos de nuestro hogar interior. Entonces podremos coser los retazos vitales y arquetipos que quedaron marginados y excluidos.

Se trata de volver a unir todo aquello que proyectamos y expulsamos fuera de nuestra conciencia, culpando a los demás y al destino. Implica ahondar en nuestras raíces, la tierra física y humana y el vientre que nos dio la vida y nos vio crecer. Agradecer el gran regalo de la existencia y hacer real el crecimiento de nuestras alas de águila visionaria con las que ofrendar, plantar y elevar todo lo que somos a la Tierra y el Cielo.

Nuestros ancestros son parte de la fuerza vital creadora, ya que nos han dado la vida en el sentido más literal. Nuestros antepasados son parte del Fuego de la Vida, y al igual que este también pueden agruparse en dos categorías.

Por un lado el grupo que nos da la forma directamente, que crea nuestro cuerpo físico y favorece el desarrollo de nuestra personalidad (padres, abuelos, bisabuelos). Por otro, el segundo grupo, relacionado con el aspecto del calor del Fuego, que son los que proporcionan la fuerza pura. Ahí se incluyen los que están en una distancia mínima de tres generaciones, quienes no hemos conocido personalmente, pero con quienes estamos implicados sistémicamente de manera inconsciente. Estos dos grupos son fuerzas separadas que, a veces, están en contraposición y conflicto generando tensión y sufrimiento.

La Conciencia transgeneracional y los Cuatro Elementos

Daniel Dancourt propone organizar la memoria del Árbol Genealógico en relación a los Cuatro elementos de la Astrología, que después desarrollará Enzo de Paola.

  • Fuego. Este es el lugar de los tatarabuelos o ascendentes más lejanos del sistema que fueron pioneros y que se lanzaron a abrir caminos a los que vendrían detrás. Exploradores de nuevas tierras que tuvieron el valor de escuchar su intuición y seguir las señales que les indicaban. Los ancestros conquistadores y libertadores que fundaron nuevas naciones o que siguieron detrás de un ideal político o religioso. Los militares que se jugaron la vida en el campo de batalla, donde unos pudieron regresar y otros no. También incluyen a las ovejas negras que rompen con los moldes sociales de lo correcto, que se ven señaladas y rechazadas al permitirse seguir su destino y realizar su propio camino.

    La emoción dominante es la ira y el enfado. Pero también, la energía de los verdugos o perpetradores, que a sabiendas o por ignorancia, efectuaron un daño al propio sistema o al de otros.
  • Aire. Corresponde al lugar de los bisabuelos, memoria ligada a cuestiones relacionadas con la comunicación y el anhelo de estudio y conocimiento. El desorden en este elemento acarrea problemas con el aprendizaje y abandono de los estudios, por viejas lealtades a los ancestros que hicieron lo mismo. Están por un lado, los analfabetos del sistema y por otro, los ancestros cultos y universitarios. Aquí el embrollo emocional aparece ligado a problemas neurológicos, de memoria y la locura como consecuencia de conflictos que la familia quiso olvidar, borrar y sepultar.

    La emoción es poner sentimiento en aquello que se entiende y aprende. Alude a los arquetipos comunicadores, cantantes, periodistas, escritores, que ponen voz a los ancestros silenciados que no pudieron expresarse.
  • Agua. Representada por los abuelos y sus hermanos relacionados con la memoria sistémica de la pareja y el amplio campo de los afectos. Aquí se almacenan las espinas y los sufrimientos, resultado de los abusos sexuales y violaciones del pasado. Son los nudos emocionales que forman conflictos en el noviazgo y el matrimonio y todo el daño perpetuado bajo la justificación del amor, la dependencia, la posesión y el control. Relaciones donde los abuelos se casaron más por necesidad y conveniencia que por amor.Puede que guardaran en secreto algún amor por otra persona y al final optaran por la soledad. Incluye todas las frustraciones amorosas en general.

    La tristeza sería la emoción dominante, que más tarde contaminará la posibilidad de formar pareja estable en la siguiente generación. Juegan un papel relevante las adicciones a cualquier tipo de sustancia o fármaco. Pertenecen a este elemento, los arquetipos del sanador, el psicólogo y el sacerdote, que vienen a catalizar y limpiar antiguas heridas emocionales del sistema.
  • Tierra. Simboliza a las generaciones más cercanas en el tiempo: padres, hermanos, tíos y exparejas de los padres y abuelos. Priman los temas de la materia como el dinero, las propiedades y las reparticiones de la herencia. Pero también, las asociaciones con el cuerpo físico y la enfermedad. Destaca la energía femenina y la repetición de enfermedades, orgánicas por vía materna, y mentales por línea paterna. La tendencia a llevar todo hacia dentro, les conduce por lealtad invisible a repetir los suicidios y las depresiones de los ancestros.

    La emoción central es el miedo a la pobreza y la enfermedad.

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